Por el Puente Serapio cruzaban el Aljucén, y lo hacían en fila india, para no ser vistos, para pasar desapercibidos, porque a este lado del puente aún se conserva el paso estrecho que contaba el ganado, como si al otro lado les estuviera esperando Polifemo al final de su covacha.
El puente extravagante. O al menos eso nos parece en nuestros días. Una magnífica obra de arquitectura pública en el Río Aljucén que no comunica caminos, que permanece dormido. Pareciera que su gran ojo central vigilara el paso de rebaños y manadas que el ojo humano no ve, porque de otra forma no se entiende la existencia de este puente.
El puente extravagante. O al menos eso nos parece en nuestros días. Una magnífica obra de arquitectura pública en el Río Aljucén que no comunica caminos, que permanece dormido. Pareciera que su gran ojo central vigilara el paso de rebaños y manadas que el ojo humano no ve, porque de otra forma no se entiende la existencia de este puente.