Recordamos haber visto algunas de las piezas en la Plaza de la Corredera, donde el Palacio de los Rocco.
Con el paso de los años, el municipio trasladó el museo a orillas del Puente Romano, donde se puede visitar hoy a cualquier hora.
Al fondo, arriba, verás, imponente, los rastros del San Benito. Y algo de las murallas. A tan sólo unos metros, corre el Tajo, casi escondido y sorprendente y la presa y el Puente.
Y si tienes suerte, algún rebaño de ovejas te visitará recorriendo las peanas que soportan las piezas del museo. Dando nombre a las esculturas. Haciéndose selfies junto a ellas.
Bidones, alambres, material reciclado, algo de hormigón e imágenes que evocan Egipto, la astronomía, y la América precolombina, la mágica, jeroglíficos y símbolos totémicos que marcan el paso del tiempo. Un discurso y un relato fantástico, en suma.
Dulce extravío.