Cuentan que allá por 1551 un tal Fray Alonso de Manzanete (apellido con el que antiguamente se conocía a La Roca de la Sierra) refundó el convento franciscano que preside el hermoso y bravío paraje de Loriana, y cuyas ruinas puede contemplar ahora el viajero, mientras recuerda que Loriana se construyó en los siglos oscuros junto al arroyo que lleva su nombre, y que de su vientre sacaron piedras para construir dólmenes como la Cueva del Monje o la Cueva del Moro, o de sus entrañas en tiempos latinos prosperó una pequeña industria del vidrio, nombre con el que se conoce a la sierra cercana.
Hoy queda un leve recuerdo de San Isidro de Loriana. Las ovejas se resguardan en su iglesia y en su claustro crece la maleza y el olvido.
Hoy queda un leve recuerdo de San Isidro de Loriana. Las ovejas se resguardan en su iglesia y en su claustro crece la maleza y el olvido.
Este monasterio responde formalmente a las características de sobriedad y sencillez propias de las fundaciones franciscanas. Formalmente se articula en torno a un reducido y recoleto claustro central de doble arcada en altura, con un pozo en el centro. A él se anejan las dependencias del convento y la iglesia. En el exterior destaca la mole de un sólido cuerpo cuadrangular con aspecto de torreón militar que se sitúa en uno de los ángulos, y los estribos adyacentes, cuya secuencia conforma un conjunto de acusado interés plástico.
Aunque maltrecho y en creciente estado de deterioro, el viejo convento conserva todavía su estructura principal, constituyendo un testimonio de inestimable interés.
Que el viajero no espere una arquitectura espectacular. Sus fundadores precisamente buscaban lo contrario, pero tiene la placidez de los modos sencillos, de un hermoso locus amoenus, que tiene un hermano casi gemelo en El Palancar.
Cuentan que el convento de Loriana se mantuvo vivo hasta 1835, y la tradición popular se ha hecho dueña de una hermosa leyenda sobre las causas del abandono del lugar. Dicen que lo monjes del convento ingirieron por error hongos venenosos, comunes del lugar (Amanita Faloides, Oronja verde), por su parecido a otros de gusto agradable y no venenosos de la misma familia, también abundantes en la zona.
Cuentan también que los numerosísimos impactos de balas que se podían obervar en su fachada principal son ataques de la invasión francesa de principios del siglo XIX; la insistencia de la tradición proporciona un dato que debe tenerse como histórico si se armonizan con otros datos conocidos en la Roca de la Sierra, en épocas de la dominación francesa. La Roca de la Sierra fue muy castigada por esta invasión, por la situación estratégica, ya que seguía conservando cierta importancia como cruce de caminos. La población ante el invasor y en los momentos más críticos procuraban refugiarse en el campo y no tenía nada de extrañar, que el convento de Loriana sirviera de refugio a gran parte de la población, de ahí que fuera atacado un indefenso convento en medio del campo.
FUENTES: Elaboración propia // Wikipedia