Allí al fondo, en el cruce, encima del arca de agua, anidan las cigüeñas. Aunque antaño fue más casa de palomas. Es El Condado, a poco más de cinco minutos de La Vara. La presencia imponente de estructuras mecánicas en la fábrica vecina puede confundirte también.
La torre de El Condado no es torre. Es un hermosísimo palomar al que aún hoy acuden los pichones para resguardarse de los rigores del calor de julio.
Pide permiso. Avisa de tu llegada. Diles que eres perito agrícola o topógrafo o cosmonauta. Lo importante es que puedas deshacerte de los perros y recorrer el perímetro amurallado, y descubrir, entre el tapiz blanco de los árboles frutales, una dulce extravagancia que es algo así como una réplica de la Puerta de Palmas de la vecina Badajoz. Sólo por esa puerta merece la pena venir a El Condado.