Las Tres Campanas [Badajoz]



En Badajoz, en una Noche en Blanco, el reloj de Las Tres Campanas se paró y dejó de contar las horas y los minutos que aún faltaban para la siguiente navidad, para el día de Reyes, para saber cuándo teníamos que volver a elegir los soldados y los indios y el Fuerte Comansi.

En Badajoz, en una Noche en Blanco, cuando en el reloj aún faltan treinta minutos para marcar las diez de la noche, las puertas de Las Tres Campanas vuelven a abrir y los fantasmas en miniatura de los apaches comienzan a dar filo y percusión a la danza de los espíritus de la guerra.

Y vimos princesas de nieve blanca recorriendo las calles, y en los jardines y en los patios de los conventos. Y que nos volvimos a emocionar, como todos los años, cuando atravesamos la puerta de Las Tres Campanas, nuestra particular Puerta de Tannhäuser, y le contamos que aquí hubo una tienda de juguetes en la que crecimos y en la que mi padre me compraba los indios, una y otra vez, hasta construir mi propia nación comanche, y que por eso volvía todos los años a la Noche en Blanco. Para poder entrar, una y otra vez más, en Las Tres Campanas.

Los fantasmas en miniatura de los guerreros apaches nos saludan, algo burlones, desde el escaparate y lentamente desaparecen entre los mostradores de madera de cerezo. ¿O no es cerezo?

Se construyó en 1899. Ardió en 1912 y en 1917 lo reedificaron Adel Pinna y Curro Franco, y fue durante años y generaciones la mayor juguetería de la ciudad. El lugar de los sueños. Donde habitaba la Nación Comanche en perfecta armonía sobre las estanterías de madera, junto al fuerte de la confederación.

Era como adentrarse en el Paraíso Perdido. Como que se parara el tiempo del reloj que marcaba las horas desde aquel 17, cuando la revolución del Este.

Y para entrar en este Paraíso sublime, infantil, puro, inmaculado, tan sólo había que atravesar la puerta. La Puerta de Tannhäuser. Pero no la de las montañas de Turingia, si no la de la Plaza de la Soledad, la que te enseñó el fantasma de Ludwig que, según cuentan, sale cada noche de su capilla bizantina a pasear por la placita.

Y una vez dentro recordarás las frases salidas de los labios del replicante de Blade Runner. Pero no te preocupes, volverás a vivir. Volverás a ser un niño.

«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de guerra en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir